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21 de mayo de 2012

"La Izquierda Chilena y la Unidad Nacional", por Patricio Quilhot Palma




LA IZQUIERDA CHILENA Y LA UNIDAD NACIONAL


La unidad nacional de los chilenos enfrenta una vez más una campaña artera que busca profundizar la división interna, alimentada por quienes se valen del odio y de la violencia, como medios esenciales para intentar recuperar el protagonismo y hacer sobrevivir su fracasada coalición política. Después de la derrota sufrida en las urnas, la concertación izquierdo-cristiana no ha logrado levantar cabeza, pese a los esfuerzos realizados para salvar una coalición política contradictoria en su esencia. A pesar de los reiterados errores cometidos por un gobierno que apenas se atreve a decir que representa los principios y valores de la derecha política, la izquierda chilena no ha sido capaz de aprovechar las oportunidades que le han brindado gratis sus adversarios, mientras ve con pavor que se aproxima su descomposición final. Por más que lo haya intentado, la coalición opositora no ha podido impedir que el gobierno imponga una serie de medidas de corte populista, del mismo tipo de aquellas que hasta ayer eran de su uso exclusivo. Ello, junto a la dictatorial conducción de sus líderes, ha incidido en el deterioro terminal de su imagen ante los potenciales electores, justo cuando su universo se ve significativamente incrementado con la reciente inscripción automática de los jóvenes.

El oficialismo, por su parte, tampoco ha dado muestras de contar con las competencias necesarias para sacar ventaja política de la debilidad de la izquierda, habiéndose esforzado en seguir un camino zigzagueante y contradictorio que ─más que asegurarle una relación pacífica con su adversario─ le ha significado la pérdida de miles de votantes que respaldaron su llegada al gobierno. En especial, ha sido patético observar la creciente desconfianza en el Jefe de Gobierno, debida mayormente al abandono de sus promesas electorales en temas que afectan a algunos sectores de la población, como ocurre con el mundo militar en retiro, sus familiares y círculo de amistades. En este caso, el incumplimiento del compromiso de garantizar una justicia equitativa y justa para quienes han sido perseguidos en forma abusiva y discriminatoria por el mundillo de los “derechos humanos”, ha terminado agotando la paciencia de una importante número de votantes que castigarán a la derecha con el voto nulo en la elección de concejales. (http://planahora.blogspot.com/)

Por otra parte, el sector castrense en situación de retiro, profesionalmente capacitado para el tema, ve con preocupación cómo el propio Jefe del Estado se da el lujo de emitir livianas declaraciones en temas internacionales, sin considerar que su distendida palabra es suficiente para comprometer al país en futuros conflictos diplomáticos o incluso bélicos. Basta con recordar el apoyo irrestricto ofrecido a su par argentina respecto de su disputa por las islas Falklands, desconociendo todo lo realizado por Chile en el pasado, cuando se vio obligado a apoyar a Inglaterra ante la certeza de que nuestro territorio austral constituía la Segunda Fase del Plan Rosario, elaborado por las ambiciosas mentes de los líderes argentinos de la época. Junto a ello, vemos a un gobierno que cede ante las exigencias de nuestro vecino del Este y desaprovecha la oportunidad de utilizar el asilo solicitado por el Juez Otilio Romano para presionar a la Sra. Fernández y conseguir así la extradición del asesino de un Senador de la República, hoy protegido sin justificación por el gobierno argentino. Tal parece que al señor Presidente de Chile no dio importancia al principio de “reciprocidad” que ha regulado desde siempre las relaciones entre estados soberanos, prefiriendo simplemente ceder su poder negociador a cambio de una sonrisa torcida de la líder justicialista. Aunque no me guste decirlo, cabe preguntarse si algo así hubiese ocurrido en la época de aquel de las “¡relaciones aquí y ahora!. Triste pero verdadero. Ni hablar de lo que viene con el fallo de La Haya, donde es de temer que los intereses económicos puedan llegar a superar el sentido de responsabilidad para con la Patria.

Coincide esta debilidad gubernamental con el potente aprovechamiento de la izquierda de su distanciamiento con los estudiantes, quienes con su incorporación al universo electoral se transforman en el “mercado-meta” que justifica cualquier esfuerzo para captar su simpatía. De allí nace la campaña que en estos días busca reponer en los medios de comunicación el manoseado tema de los “derechos humanos”, a pesar que es sabido que la mayor parte de la gente está cansada de escuchar la misma cantinela de siempre. La opinión pública ha sido sorprendida por el lanzamiento múltiple y transversal de una agresiva campaña publicitaria que se orienta a fomentar el rechazo de la población ─especialmente de los jóvenes─ hacia sus FF.AA. y de Orden, utilizando para ello el tema al que recurren cada vez que su alianza se encuentra en peligro de desaparecer. Sólo que ahora, el mensaje va dirigido a la mente de los nuevos electores, aquellos que no vivieron los luctuosos acontecimientos políticos que devinieron en la demanda popular y de los principales Poderes del Estado que exigieron la intervención armada. Jóvenes que solo conocen la verdad a medias que la izquierda les ofreció a su retorno al poder y que por años les ha presentado a los uniformados como criminales sedientos de sangre que solo pensaban en matar a sus compatriotas.

En los últimos días ha ido quedando en evidencia la idea-fuerza de esta campaña, donde se pretende establecer una supuesta discriminación de clases dentro de las instituciones armadas, mostrando a los soldados como víctimas del abuso de sus oficiales. O sea, una vez más, la “lucha de clases” es llevada a los cuarteles, esta vez, para inducir al receptor poco ilustrado a vincular a la oficialidad con la derecha tradicional y a los soldados con la izquierda política. La odiosidad demostrada en la prensa y el encono de los comentaristas que apoyan desde atrás a la primera línea de la campaña, demuestra cómo cada caso es asociado sutilmente a las características de un gobierno militar del que fue parte la derecha actual. Por su parte, la falta de análisis que pareciera haber en el gobierno ─posiblemente asociada a la poca experiencia y desconocimiento histórico de un poderoso staff asesor─ redunda en una torpe actitud de apoyo a la causa de sus adversarios, sin percibir que con ello solo están potenciando su estrategia, mientras dañan sus propias bases de sustentación.

Sin dejar de mencionar el manejo dado al accidente de Juan Fernández, el caso de tsunami y el SHOA, se destaca el programa sobre Víctor Jara (CHV) y la publicidad sobre el próximo Informe Especial (TVN), donde queda en evidencia el objetivo buscado por sus promotores. Ni hablar de la situación de Cristián Labbé, cuya eficiencia y eficacia aterra al mundo político izquierdista y también a algunos “progresistas” de la derecha, quienes ven con pavor a un distinguido Coronel en retiro que revive y mejora en su comuna la calidad de administración que tuvo el país durante los años del Gobierno Militar, cuando la política de porqueriza que hoy vemos en acción se encontraba en un saludable receso.

No parece entender la izquierda que por más que se esfuercen por dañar la imagen de los militares, no lograrán borrar de la mente de los chilenos el recuerdo del nivel de destrucción a que llegó Chile bajo la irresponsable Unidad Popular, de donde pudo recuperarse sólo gracias a la acción fundacional de las FF.AA. y de Orden y de un grupo de civiles que colaboraron con ellas. No quieren comprender estos desquiciados que los militares, marinos, aviadores y carabineros ─aún en retiro─ seguirán siendo miembros de los cuerpos disciplinados y jerarquizados de siempre y que ─motivados por un profundo amor a Chile y sin importar los cambios oficiosos a la Constitución─ continuarán formando parte de la reserva moral del Estado de Chile, dispuestos a proteger su existencia ante cualquier tipo de amenaza, venga desde donde venga. Hoy, Chile se aproxima una potencial situación de conflicto externo que exige una unidad nacional irrestricta, donde nadie puede restarse a los esfuerzos que se realicen para mantener la paz y/o asegurar la integridad de nuestro territorio. No es posible entonces que la ciudadanía se haga cómplice con su silencio de la acción cobarde y traicionera proveniente de un sector político reiteradamente fracasado y demostradamente incapaz de enfrentar una amenaza.

19 de Mayo de 2012
Patricio Quilhot Palma