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4 de septiembre de 2012

"¡Derecha, oh Derecha!" por don Hermógenes Pérez de Arce



LUNES, 3 DE SEPTIEMBRE DE 2012

La derecha puede no tener votos, pero ¡vaya que tiene argumentos! La sentencia de la Corte Suprema sobre la Central Castilla ha quedado literalmente pulverizada por ellos. El país entero está consciente ahora de dos cosas: que por culpa de la justicia de izquierda se va a quedar sin luz, y que la justicia de izquierda se ríe de las leyes y se sienta en ellas.

Es que la derecha defiende bien lo que tiene. ¡Vaya si sabe hacerlo! Pero no defiende lo que debe. Si no hubiera sido por los militares, hoy no tendría nada. Estaría viviendo en Miami, Madrid o Barcelona. Sería "la próspera colonia chilena". Tendría todo, menos patria. 

Pero hubo unos que adelantaron sus propios cuellos y los pusieron en juego cuando las campanas tocaban a rebato porque la patria se incendiaba. Y la salvaron. ¿Quiénes fueron? Cualquiera puede ir a ver a muchos de ellos a Punta Peuco o al Penal Cordillera, pero muy pocos van. Y si alguien se va a sentar al Hospital Militar, ahí también puede ver llegar a salvadores de Chile, ancianos y enfermos, con pies y manos atados.

Son los "caídos tras las líneas enemigas", los más débiles de la sociedad, porque todo miembro del cuerpo social, aunque carezca de bienes materiales, tiene un derecho inalienable: el que le dan las leyes. Pues bien, los que salvaron a la patria y a la derecha no tienen siquiera ese derecho. 

Tengo a la vista un artículo del profesor de Derecho Penal y Decano de la Universidad Finis Terrae, Miguel Schweitzer, publicado hace unos diez años en "El Mercurio", que es muy notable, porque dice que los principios básicos del derecho han sido abandonados en casos que se tramitan en nuestros tribunales. En los años transcurridos desde que lo publicó, se han multiplicado esos casos. ¿Y qué ha dicho o hecho la derecha, cuyos cañones hoy retumban en defensa de la Central Castilla? Bueno, si es que es verdad que la derecha llegó al Gobierno en 2010, lo que ha hecho es clavar muchos más puñales en las espaldas de los que la salvaron y agravar al extremo las iniquidades que denunciaba el Decano Schweitzer.

Él decía que había cuatro bases del derecho: la certeza jurídica, representada por la "cosa juzgada" y la prescripción; el principio de legalidad, según el cual no puede castigarse un delito si éste no ha sido descrito y penado por una ley; el de la irretroactividad de la ley penal, que nunca puede aplicarse a situaciones ocurridas con anterioridad a su promulgación, salvo que la nueva ley resultare más beneficiosa para el inculpado, en cuyo caso la aplicación retroactiva está permitida; y el principio de la presunción de inocencia, junto al denominado "in dubio pro reo", la duda favorece al reo. "Pues bien --concluía-- todos estos principios básicos del derecho, han sido abandonados en algunos casos que actualmente se tramitan en nuestros tribunales".

Bien por el profesor Schweitzer, porque muy pocas voces como la suya tuvieron el valor de alzarse para decir todas esas verdades. Y las estridentes baterías de la derecha, que han reducido a escombros el fallo sobre la Central Castilla, permanecieron prácticamente mudas a la hora de disparar en defensa de sus salvadores. Al contrario, como dije más arriba, llegada ella al Gobierno, se convirtió en su peor cuchillo, lo que permitió llevar las iniquidades de la venganza izquierdista desde tres centenares a más de mil.

El Decano Schweitzer terminaba su fundada y noble exposición con estas palabras: "El proceso de reconciliación de la gran mayoría de los chilenos exige, de manera urgente y necesaria, que sean los tribunales de justicia, encabezados por la Corte Suprema, ejerciendo el mandato constitucional de supervigilancia directiva, correccional y económica sobre los juzgados y cortes de la República, a través de sus resoluciones y autos acordados, (los que) rescaten la correcta interpretación y aplicación de los principios básicos en que se fundamenta el Estado de Derecho".

Gran petición y gran gesto, tras el cual, ni la Corte Suprema, ni la derecha (para qué decir el centro y la izquierda) dijeron o hicieron nada, salvo permitir que se siguiera haciendo tabla rasa de la legalidad. 

Y se consumó ¡y sigue consumando a diario! la canallada.